Esta semana (en realidad hace ya varias semanas) tendría que haber escrito un artículo titulado "Vuelta al cole".
Pero va a tener que esperar, porque tenía que incluir unas fotos en las que se nos ve yendo al cole en tres, dos, o una bici, y aún no he tenido tiempo de hacerlas. Y eso que está haciendo muy buen tiempo, ideal para hacerlas una tarde en el paseo al lado del río por el que a veces volvemos.
Y es que, la verdad, actualmente el bien más precioso para muchos no es el dinero, casi me atrevo a decir que tampoco el amor o la salud, sino el tiempo.
¿Para qué sirve el dinero sin tiempo para emplearlo?
¿Cómo se puede amar sin dedicar tiempo a los seres amados?
¿No es la salud sino una garantía de que nuestro buen tiempo no va a acabar todavía?
Yo, como muchos, tengo obligaciones, en general placenteras o satisfactorias, pero obligaciones en el sentido de que no puedo dejar de hacerlas: dormir, comer, trabajar, cuidar a mis hijos, llevarles al colegio, hacer la compra, cocinar, algunas otras tareas domésticas, etc.
Y además quiero estudiar y aprender cosas nuevas, leer, escribir, charlar con los amigos, pasear, hacer fotos, escuchar música, etc.
A veces parece que el día no tiene suficientes horas, ni la semana suficientes días, y aún menos el fin de semana.
Y entonces va mi médico y me dice que tengo que hacer ejercicio moderado regularmente ("te puedes apuntar a un gimnasio que te pille cerca, total no te llevará más de una hora, tres o cuatro veces por semana").
Me pongo tan nervioso viendo que no llego, que acabo con un ataque de ansiedad en el psiquiatra, quien me deriva a un psicoterapeuta que me dice que necesito dedicarme todos los días un tiempo a mí mismo, a relajar mi mente ("puedes probar el yoga, o un balneario de estos que ahora hay en algunas piscinas").
Si no fuese ateo rezaría.
¡¡¡NECESITO MÁS TIEMPO!!!
¡¡¡NECESITO UNA MÁQUINA DEL TIEMPO!!!
Cierro los ojos con la cabeza hundida entre las manos, a punto de derrumbarme.
¿Os podéis creer que entonces va y sucede un milagro? Al abrir los ojos tengo delante una máquina que una voz en mi interior me dice que es la ansiada máquina del tiempo.
Pero ¿cómo funciona? Tiene algo que apenas parece un asiento, unos engranajes, manivelas, barras, y un par de ruedas. Me siento, me agarro a los dos lados de una barra con forma de T, empujo con un pie una de las manivelas, luego la otra... y ¡oh, maravilla!
Resulta que subido en esa máquina (que, milagro sobre milagro, no parece necesitar energía, no le he encontrado ni pilas, ni enchufe, ni depósito de combustible, ni nada que se le parezca) me desplazo bastante rápidamente, mucho más que andando, incluso más que en coche o autobús si se cuentan las esperas, atascos, búsquedas de aparcamiento, etc.
Como no tardo tanto en hacer los desplazamientos necesarios, gano algo de tiempo.
Pero es que a la vez que hago los desplazamientos necesarios estoy haciendo ejercicio, porque resulta que hay que darle vueltas a las manivelas esas de los pies casi todo el tiempo, y eso requiere un moderado esfuerzo, sobre todo si hace algo de viento o hay cuesta.
Y si llevo a los niños al colegio en máquinas de estas, ellos (y yo) tenemos la impresión de que estamos dedicando un tiempo precioso a jugar juntos.
Y cuando voy solo tengo tiempo para pensar, relajarme, o escuchar música, pero sin aislarme del entorno, oigo todo lo que sucede a mi alrededor con mayor intensidad que cuando estoy dentro de un coche con las ventanillas cerradas.
Ahora resulta que hago tantas cosas a la vez subido a esa máquina que me ha empezado a sobrar tiempo, y me empiezo a aburrir...
¡Horror! ¿Por qué tiene que ser todo tan difícil?
Pero entonces descubro que la bendita máquina no sólo funciona si uno tiene un destino, sino que es divertido usarla por el mero gusto de usarla, para dar vueltas, sobre todo en el campo, o en la montaña, y entonces se disfruta de un paseo algo distinto a una caminata, y se puede aprovechar para ir escuchando un podcast o un audiolibro interesante, que es una forma amena de aprender.
Suena el despertador. Me entra una congoja: ¿No habrá sido más que un sueño? Desayuno deprisa, casi no tengo hambre. Bajo las escaleras, abro la puerta del trastero y...
¡Buf! ¿Menos mal! Las bicis siguen estando ahí.
Buen cuento! En casa todos tenemos una máquina cometiempo; cuando dejas de usarla descubres que tienes un montón de tiempo libre.
ResponderEliminarSe llama TV.
buen post!
ResponderEliminar¡Muy bueno! Con esa máquina del tiempo vivirás MÁS y MEJOR.
ResponderEliminarAhora todas las tardes que puedo voy con la bici a por una senda a orillas de un río, por hacer algo de deporte; árboles, agua, el sonido pájaros y algún conejillo o erizo que se cruza. Yo me digo: "No cambiaría esta maravillosa forma de hacer deporte por el gimnasio más grande y más moderno que exista o pudiese existir!"
¡ Salud y pedales !
Amena descripción, creativa narración...sin duda una grata sorpresa, y y una agradable intervención. Tengo ahora tantas cosas qué hacer, y tan poco tiempo, y en cambio estos minutos dedicados no me ha parecido perderlos...gracias por pasarme el texto! Te animo a que sigas escribiendo!
ResponderEliminarestupenda tu maquina del tiempo! y que bien nos lo has contado.
ResponderEliminarqueremos MAS!!
Tienes que aprender a aprovechar el tiempoAquí
ResponderEliminar