BroTonTerías


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En estos días de vacaciones me estoy reencontrando poco a poco con la bici de montaña. Varias mañanas salgo a pedalear entre 30 y 40 km con unos 1000 m de ascenso, en recorridos como el de la Y de Bujaruelo, mi favorito, la pista del Zebollar, con el perfil más uniforme que conozco y un gran panorama sobre el Ara y Ordesa desde su punto final, o un recorrido siguiendo el curso del Sorrosal, con algún tramo a pie, y también preciosas vistas. (Auto)Copiando la iniciativa de los Pétalos y las Sobrarbueltas, estos recorridos, y otros más que iré haciendo estos días, los voy a dejar en un mapa de “BroTonTerías”. Me proponía este año aumentar algo la Sobrarbuelta, que si la meteo acompaña espero hacer el sábado 20 (¿alguien se apunta?), pero después de estas primeras salidas creo que me conformaré con repetir el recorrido del año pasado, como mucho. Y es que no acabo de encontrarme… En alguna ocasión habré dicho ya que en estas lides llega un momento que no pedalean las piernas, ni siquiera los pulmones o el corazón, sino la mente. Contra lo que puede parecer, esto no significa que las piernas, o los pulmones y el corazón, ya no pueden más, pero la mente hace un milagro, cosa que supongo imposible, sino que quien se rinde (o no) es la mente. Pues bien, noto estos días que mi mente se rinde algo más fácilmente, y mueve mis dedos para engranar un piñón más grande, o incluso el plato pequeño, donde y cuando otras veces no lo hacía. Es como si tuviese un agujero por el que se me escapan las energías. Los más poéticos dirían que el agujero es en el corazón, que es donde se siente. Los más espirituales dirían que en el alma, pues no parece cosa del cuerpo. Sea lo que sea, siento que algo está roto, y ese sentimiento pesa más que una bici vieja o la cuesta más empinada. No sé si esta vez saldré de aquí pedaleando alegremente. Ojalá. Entre tanto seguiré algo ausente.