Simpatía por el tranvía

El otro día estuve (h)ojeando un cuadernillo que sacó El Periódico de Aragón sobre el nuevo tranvía que se va a poner en marcha en Zaragoza, cuyas obras acaban de comenzar. Había artículos desde varios puntos de vista, algunos de ellos bastante interesantes. Lástima que no estuviera en la versión on-line, por eso no os pongo un enlace. Me llamó especialmente la atención uno desde el punto de vista de un ciclista cotidiano. Yo no lo hubiera sabido escribir mejor, así que lo reproduzco aquí tal cual:

Como ciclista urbano siento por el tranvía una simpatía profunda.

Ambos medios de transporte, los tranvías y las bicis, habían sido declarados muertos y sepultados en nuestras ciudades. El tranvía literalmente, trasladado al subsuelo en forma de metro. La bici por el expeditivo método de obviar su existencia a la hora de ordenar el tráfico. Junto con este doble crimen, o como causa de él, se perpetró un tercero, quizás sin mala intención, tal vez deba calificarse de imprudencia temeraria: entregar incondicionalmente la ciudad a los coches. Todo y nada es veneno, depende de la dosis. Hoy pocos se atreven a negar que los atascos, ruidos, emisiones, humos y accidentes son síntomas de una sobredosis de coches en las calles, que nos afecta a todos: peatones, ciclistas, usuarios del transporte colectivo, servicios públicos y de emergencias, o incluso a los propios automovilistas cuando realmente necesitamos serlo.

Ambos medios de transporte, las bicis y los tranvías, tienen la rara virtud de ser agradables de usar a la vez que eficaces en grado máximo en sus respectivas distancias. Pedaleando recorro unos cuatro kilómetros en un cuarto de hora, un tiempo récord para ir de puerta a puerta, literalmente, dentro del mismo barrio o entre barrios contiguos. Y a la vez es un saludable ejercicio. Y un agradable paseo, sintiendo vivamente tu ciudad, prácticamente en cualquier trayecto y con cualquier tiempo. (Los que dicen lo contrario es que lo han probado poco, por no decir nada.) En tranvía decenas de usuarios en un mismo vehículo podremos cruzar cómodamente media ciudad en un cuarto de hora, con paradas no demasiado alejadas entre sí, sin hacer apenas ruido, ocupando un mínimo espacio, y sin dejar de ver dónde nos encontramos, a no ser que decidamos aprovechar el trayecto para leer o echar una cabezadita.

Y ambos, bicis y tranvías, ocupan los puestos primero y segundo en la clasificación por eficiencia energética, y por tanto menores emisiones, lo que los hace insustituibles en las estrategias para mitigar el cambio climático, que más pronto que tarde van a tener que coger por los cuernos el toro de los llamados “sectores difusos”, que incluyen destacadamente al transporte urbano.

Ahora que el tranvía va a renacer en Zaragoza, como también está renaciendo la bici, empiezo a ver el futuro de la movilidad urbana con razonable esperanza.

El momento de acometer las importantes obras requeridas no puede desaprovecharse. Todas las calles afectadas, que inevitablemente vamos a perder durante meses, y que ya echamos de menos, han de sernos devueltas en tan magníficas condiciones que olvidemos al instante el sufrimiento del parto. Queremos en el corazón de la ciudad calles con buenas aceras, con árboles y jardines, con parques infantiles, pequeño comercio, terrazas, etc. Y por supuesto, aparte del tranvía, con tráfico no motorizado, o al menos calmado, en lugar de pequeñas autopistas destinadas al atasco perpetuo. No olvidemos que una avenida completamente llena de coches contiene menos personas que un par de tranvías...

El momento de incorporar un nuevo medio de transporte debe servir también para repensar a fondo todos los demás, de forma que se complementen fluidamente. Por ejemplo, aparcamientos para coches en las afueras de la ciudad, con paradas de tranvía o bus, y líneas de autobús circulares y trasbordos tranvía-bus con el mismo billete.

Concretamente, con respecto a la bicicleta, la implantación del tranvía ofrece una oportunidad privilegiada de disponer de carril bici a lo largo de todo el eje Norte-Sur, desde Valdespartera hasta Parque Goya. Es un compromiso verbal del equipo de gobierno municipal que todavía no tenemos constancia de que esté recogido en el proyecto definitivo. El año 2008 se completó el eje Este-Oeste, al lado del Ebro, vertebrando la ciudad en bicicleta, y enseguida se ha demostrado su utilidad. Ahora toca apostar por el eje Norte-Sur y conseguir lo que podríamos llamar el Cardo y el Decumano ciclista, un buen embrión para hacer de Zaragoza un modelo en movilidad urbana. Pero hay más: hay que tomar medidas integrales, como dotar de aparcabicis a todas las paradas, o autorizar el acceso de bicicletas a los tranvías, con las limitaciones que dicte el sentido común. Aprovechar y fomentar la sinergia entre ambos medios mejorará la movilidad en Zaragoza como nunca antes habíamos visto.

Es el momento de otorgar la prioridad debida a los medios de transporte colectivos y no motorizados. Parece innecesario argumentar las razones, de bienestar, económicas y medioambientales, por las que muchas ciudades ya lo están haciendo, y muchas más lo van a hacer. La cuestión es si queremos disfrutar pronto o tarde de esta evolución inevitable. Yo, personalmente, cuanto antes mejor. Entiendo que otorgar la prioridad debida supone, por supuesto, hacerlo en la regulación del tráfico y en la limitación de uso las vías, pero también supone hacerlo en los presupuestos. El transporte colectivo nos beneficia más cuanto más se usa, y no hay mejor manera de promocionarlo que ofreciendo un servicio de gran calidad, en lugar de contentarse con ofrecer uno apenas digno, por muy barato que resulte a corto plazo. Es lo que estamos esperando en Zaragoza, desde hace años.

La vuelta del tranvía a las calles de Zaragoza y el manifiesto aumento en el uso de la bicicleta son dos buenas noticias, dos primeros pasos en la dirección correcta, que pasa ineludiblemente por la reducción del uso del automóvil privado en la ciudad. Nos lo pide el planeta y lo necesitamos para mejorar nuestra salud colectiva y nuestra calidad de vida. Pero esos primeros pasos deben continuar, y ser cada vez más firmes y más irreversibles. Hay más líneas de tranvía y todo un Plan Director de la bici esperando a ponerse en marcha. Tenemos, pues, bastante camino por recorrer, así que debemos seguir avanzando ágilmente. Al paso de las bicis y los tranvías.

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